Antes de empezar a escribir, Jardiel Poncela ya había escrito mucho. Porque aunque su primera comedia se estrenó en 1927 y su primera novela larga data de 1929, para aquellos años había publicado más de quinientos cuentos y artículos en diversas revistas. Pero su espíritu perfeccionista le llevó a no incluirlos en las Obras completas que compiló en vida. Aquí cometió un claro error, pues la calidad de aquellos relatos no era en absoluto inferior a la de los que escribiría después. Este libro presenta a un Jardiel desconocido u olvidado, pero pletórico de imaginación y recursos. Es una cuidada selección de narraciones, piezas de teatro breve y artículos satíricos que harán las delicias de los lectores, ya sean jardielistas declarados o gentes que se acerquen por primera vez a este reconocido monstruo de la comicidad. Estos escritos aparecieron en Buen Humor, un semanario satírico que se publicó de 1921 a 1931 y en el que se forjó la llamada «generación inverosímil». Esta revista en la que colaboraban Ramón, Pérez Zúñiga, Luceño, López Rubio, Tono, Neville, Mihura, Antoniorrobles y otros fue un verdadero laboratorio de experimentos bergsonianos sobre la risa y el primer templo oficial del humor de vanguardia. Enrique Jardiel Poncela (Madrid, 1901-1952) es uno de los miembros más destacados de la que se ha llamado «la generación inverosímil» y está considerado como el renovador del humor español moderno. Su producción literaria es ingente. Pese a que se le conoce más como dramaturgo, escribió también novelas, cuentos, poesías, ensayos, artículos periodísticos y guiones cinematográficos. Dirigió películas y fue empresario teatral. Su humor vanguardista y cosmopolita creó escuela y dejó una impronta jardielesca en los humoristas posteriores. Aparte de su obra creativa, Jardiel Poncela fue un teórico del humor y preconizó la superioridad de este sobre el género dramático. Para él, la comicidad era uno de los frutos de la civilización. El humor surge de la inteligencia. Para poder entenderlo y apreciarlo en profundidad ha de poseerse una sólida cultura, una aguda sensibilidad, un buen conocimiento del propio idioma y una actitud sabia ante el mundo.