Mediante una mirada a un territorio concreto, como un puzzle en el que sensaciones, personas, frutas, animales y lugares parecen entrelazarase y dibujar un mapa de la infancia, donde a veces hay voces enfrentadas violentamente junto a un tono de profunda ternura, el poemario viene cargado de revelaciones y sugerencias capaces de despertar en el lector un mundo que asoma como una herida. Allí la muerte es un interlocutor porque aún no existe el tiempo, que viene a inaugurarse finalmente con una pérdida y una huida. Libro de una superviviente.