El poema como teofanía, como manifestación de lo sagrado. El poema como puente que une riberas. El poema como partitura, donde las palabras-notas se buscan y se encuentran y se armonizan. El poema como latido que acompasa el ritmo de lo que vive. El poema como el tejido donde todos somos necesarios, como el espejo donde se mira, rosa acabada, el futuro que es ahora. Pablo Guerrero nos ofrece un libro humano donde sentirse acogido, un libro semejante a un pacto de hospitalidad. Un refugio en la montaña contra la tormenta implacable. Un territorio natural para el que quiera hacerlo propio.