Quien lea esta biografía podrá admirar la obra de Dios en un hombre de la calle. El equilibrio de un esposo modelo que conjuga su adoración y amor entrañable a Dios con el amor encendido y lleno de galantería con su esposa. O de un padre de tal bondad que impresiona y subyuga, pero que sabe imponer su autoridad sin admitir réplica, cuando es preciso. O el difícil equilibrio de quien, siendo labrador modelo, trabaja, madruga, saca a flote holgadamente una familia numerosa, desdeña a la vez las riquezas, se acoge voluntariamente a una medianía áurea que le basta para dar carrera a sus hijos y le sobra para repartir entre los pobres. He aquí el espectáculo maravilloso de un hombre de nuestro tiempo que, trabajando muchísimo, le sobra tiempo para la piedad más intensa y para el apostolado más activo. Un hombre muy de casa, pero que se le encuentra en cuantas partes esté de por medio el honor de Dios o el bien del prójimo. ¿Estamos ante el santo del siglo XX que necesita la Iglesia posconciliar?