Si es verdad que los mitos viven eternamente, ¿cómo habrían sobrevivido los dioses y los héroes a las catástrofes del siglo XX? ¿Se alojaría algún trasunto de Zeus en Venecia, desde donde seguiría arrojando los dados que deciden la suerte de los mortales, o tendría que aliarse con el ejército nazi para endulzar su exilio con la posesión de muchachas esquivas? ¿Podrían las sirenas habitar una destartalada villa abrumada de recuerdos románticos, donde ya no necesitarían entonar sus cánticos para llevar la perdición a los incautos? ¿Podría ser el mundo académico el territorio de los nuevos lestrigones? Persiguiendo lo que parece ser la única copia existente de un desconocido poema de Lord Byron, el quinto canto de Las peregrinaciones de Childe Harold, y en una inquietante celebración de mitos contemplados desde el otro lado del espejo, Richard Dafoe, un escritor sin éxito relegado a vender su prosa en los bajos fondos del periodismo, se enfrenta a esos interrogantes en la Grecia de 1948, una época convulsa presidida por un mundo en construcción, aunque existan en él reductos, como la pequeña isla en la que Dafoe iniciará su propia odisea, que parecen haber vivido de espaldas a la guerra. Persuasor y astuto, maestro del engaño y dotado, a semejanza de los lotófagos, de una inmunización natural contra la memoria, Dafoe adoptará la máscara de Orfeo en su implacable conquista de la fama, aunque para lograrla tenga que robar los versos de un poeta muerto más de cien años atrás e incluso arrastrar a una nueva Eurídice a los infiernos, náufrago en un mundo en caída libre donde unas zapatillas raídas pueden valer tanto como un poema inmortal.