Hombres del campo, hechos al polvo y a la arena, con la copla sin alegría, pardos, contra el suelo, surco va, surco viene, ya al arado, ya a la hoz o al azadón uncidos a la tierra, nobles hombres del campo, en el olvido y en la desesperanza. Se vive como se puede, malamente; se mantiene malamente la esperanza, nadie sabe por qué. Os sospecháis siempre cerca de la tierra, apenas os saca de ella un ahora en que el mundo se dora, el aire se hace ingrávido, la noche alegre y amáis. Luego os ata la carga del amor, se os arruga la cara, se os hace pesado el andar, duras las manos, torcida la sonrisa. No hay nada que esperar. Al frío seguirá el calor, al relente de la noche la chicharrera del mediodía. Y en vuestros pueblos, sobre un costerón tapiado de blanco, el lugar seguro y pobre donde la tierra que os persigue, os hará suyos para siempre. "Hombres del campo", de J. A. Muñoz Rojas.