El presente libro contiene trabajos sobre distintas tradiciones antroponímicas: unas han superado los avatares por los que compitieron con las modas más efímeras, sin perder la posición privilegiada que han convertido los nombres más duraderos en marcas socioculturales de un dominio lingüístico (nombres anglosajones, hispánicos y vascos); otros han quedado incrustados en el documento o en la composición poética, a la espera de que alguien decida rescatarlos del olvido. En cualquier caso, el elector del nombre de persona siempre quiere decir algo; por ello, se fija en el poder evocador del antropónimo como medio de expresión de preferencias estéticas o de reconocimiento de valores éticos. En la elección cuenta menos su funcionalidad identificadora que el contenido connotativo que aporta. Para estudiar la motivación antroponímica ha sido necesario valorar las características del designado en cuanto miembro de una comunidad lingüística, de un grupo social y de una generación. Sólo así se explican ciertos fenómenos de variación formal del nombre o de cambio de tendencia, que han merecido un análisis pormenorizado desde el punto de vista estadístico. En otros capítulos se podrá descubrir hasta qué punto han influido la literatura y la historia en los cambios de tendencia. Son éstas las fuentes de las que proceden los hagiónimos, epónimos y nombres poéticos que han merecido la atención de los autores. En gran parte de la obra se explican cambios por el contacto entre lenguas. Se ha podido constatar la preferencia de ciertos sectores por el extranjerismo, la desvinculación de nombres emparentados al haberse transmitido por distintas vías, o el hibridismo antropológico.