Willy viene de otro planeta y por eso hay muchas cosas que no sabía hacer cuando nació. No podía respirar bien ni comer bien como el resto de peques. Tuvo que adaptarse a nuestra atmósfera y también acostumbrarse a comer. Los habitantes de su planeta no necesitan comer para vivir, pero tampoco necesitan hablar para comunicarse; tienen suficiente con darse la mano o mirarse a los ojos. Por eso sus padres le han enseñado a comunicarse por signos, que le resulta más fácil. Con quien mejor se comunica es con su hermana, que es la que parece entender mejor a Willy y que muchas veces le hace de intérprete. Willy puede ser muy cabezón, cuando se propone algo, pero es abierto y muy cariñoso, demasiado para algunas personas terrícolas. En su planeta las muestras de cariño continuas son algo habitual. A Willy le ha costado adaptarse a nuestro planeta y estuvo a punto de marchar, pero por suerte para sus padres decidió quedarse, pues en nuestro planeta puede disfrutar de cosas tan magníficas como los coches, las vacas y la música a todo volumen, además de su maravillosa hermana Olivia. En este álbum de carácter autobiográfico, Birte Müller, la autora e ilustradora, nos introduce en la vida de Willy y en lo que significa vivir con él. Willy, su hijo, nació con síndrome de Down, con una trisomía 21, un cromosoma de más. Y aunque la vida con Willy a veces puede pasar por momentos difíciles, Willy es una persona feliz que hace felices a muchas otras personas. Willy nos enseña las cosas importantes para él, lo que le gusta y lo que no. Willy nos enseña a ver nuestro mundo aparentemente "normal" con sus ojos y a sentirlo como lo siente él, con toda la intensidad y espontaneidad que la vida nos depara cada día. La metáfora de Willy como habitante de otro planeta nos acera a muchas personas de las que nos separa muchas veces el desconocimiento.