Esculturas, pinturas y objetos santuarios de procedencia italiana fueron recibidos en España con gran interés durante la Edad Moderna, constituyéndose en expresión de un gusto refinado y materialización del conocimiento que sus propietarios tenían del principal referente artístico del momento. Su papel fue clave en la introducción de los nuevos gustos en la Península Ibérica, y Andalucía fue uno de los principales focos receptores. Los contactos que la nobleza y el clero tuvieron con los territorios itálicos facilitaron esta política de intercambios, a lo que sumaban los circuitos comerciales que hicieron de Sevilla y Cádiz sus puntos de referencia. Las obras italianas ocuparon un puesto destacado en las colecciones de las casas de Alcalá, Osuna, Santiesteban y los Vélez, a los que siguieron los marqueses de Priego, los condes de Cabra o los duques de Arcos, entre otros. Asimismo, tampoco podemos olvidar a personajes de gran significación en el horizonte de las relaciones artísticas entre las dos penínsulas, como fue el caso del secretario imperial Francisco de los Cobos.