Para conocer bien El Rocío hay que adentrarse en los caminos desde donde llegan los romeros o peregrinos a ver a su Virgen del Rocío. Y eso es lo que hace el autor a través de este camino de páginas que nace como la respuesta a muchos años de fotografiar y observar. Todo pasado por el tamiz de una cámara de fotos y la mirada de un romero. Desde la playa de Malandar, al Quema, los Taranjales, la calle Castilla, Umbrete, la Carrera del Darro, el pre-coto de Doñana. Polvo, agua, asfalto, piedra, fuego, noche, día, sol, lluvia... muchas palabras, muchos ingredientes para un sólo plato, muchos ingredientes que aportan riqueza y belleza al resultado final. Si de por sí en esta vida es un error generalizar, hacerlo en el Rocío es una gran equivocación. Porque de hecho ningún Rocío es igual al otro. El tiempo meteorológico, los caminos, los que vienen y los que no pueden ese año, o ya no podrán más porque subieron a las marismas eternas, la presentación, la llegada a la casa de Hermandad, el salto de la reja, la procesión, el camino de vuelta... ese dolor de lo que pasa y de lo que habrá que esperar otro año para que vuelva, que como decía la Sevillana «Adónde estaré Dios mío la próxima primavera», esa nostalgia del final de algo querido, de algo que nos levanta cuando la vida nos hunde.