Tenía necesidad de decir algunas cosas, pero sobre todo, tengo la necesidad de tener en cuenta a las palabras, para creer que todavía puede ponérsele nombre a las cosas. Y ésa es la ilusión principal de este libro: la lengua todavía sirve y todo es mejorable. En lo que respecta al libro, -para todo aquel que se interrogue sobre su identificación- debo admitir que se trata de un diccionario, pero que no es un diccionario; que contiene narraciones cortas pero que no es un libro de cuentos; que se compone de pequeños ensayos de aforismos y que se basa en notas y citas de mis vecinos de todo el mundo. Digamos pues, que se trata de una novela larga. El juego es el siguiente: hay que romper la cáscara una por una para obtener su contenido, para ver si contienen una media verdad o mentira y media, una media mentira o verdad y media. Habrá muchos significados que se dejan a medias, algunos otros se sobresignificarán, y otros se dejarán colgados, tal y como solemos hacer en la vida real. Decididamente, este libro no es un libro de reflexiones sino de pre-reflexiones. Las pre-reflexiones son una excusa para que el lector haga la correspondiente reflexion.