«Llevamos el mundo en el bolsillo. Cada vez que usamos el teléfono o le damos a la llave de contacto de nuestro automóvil, estamos movilizando el mundo entero. Pero tras la globalización de capitales y mercancías, ha llegado la de las personas y las culturas. Se mezclan productos, por supuesto, pero también ideas, lenguas, literaturas, gastronomías, religiones. Ajustar nuestra conciencia a esa realidad global es el nuevo reto de la sociología. La sociología debe abandonar la fascinación estatalista que, como un velo mistificador, nos hace filtrar todo en función de esos mapas coloreados donde cada país tiene su sitio, como si viviéramos en mónadas leibnitzianas, aisladas unas de otras. Se ha dicho, con razón, que hay un hegelianismo oculto en la tradición sociológica que hace del Estado-nación el referente empírico de la palabra «sociedad». Cierto, seguimos pensando el mundo a través del filtro cognitivo de una colección de 193 unidades estatales supuestamente capaces de ser entendidas y gestionadas en aislamiento unas de otras. Tenemos que repensar ese pensamiento de modo que nuestra tarea hoy es pensar elmundo como una unidad, pues lo es. Nuestra conciencia, como nuestra experiencia, es local, está territorializada; no puede ser de otro modo. Pero nuestro ser social, la realidad que sustenta nuestra vida cotidiana, es global, y porvez primera en la historia de la humanidad, desde que esta salió de África hace unos 200.000 años, vivimos una sola historia y somos una sola sociedad.»