Joseph Brodsky, uno de los grandes poetas rusos del siglo XX y premio Nobel de Literatura, describe su apartamento durante su niñez y juventud en San Petersburgo como un microcosmos físico e intelectual bajo las condiciones del régimen soviético. Uno de los secretos de su literatura, es la intensidad de significación que consigue con las descripciones de las cosas. Los espacios son explicados con una extraña objetividad, que denota siempre un punto de inquietud. Pero el texto nace, sobre todo, de una reflexión sobre la ausencia definitiva de sus padres, a los cuales ya no volverá a ver. Una obra de una enorme densidad poética, que es también una crítica política de primer orden, y un tratado de filosofía moral. La interrogación sobre los padres adquiere un elemento introspectivo «porque cada hijo, de una manera u otra, repite la evolución de sus padres».