Aunque en El arqueólogo se afirma que vivir en Italia es convivir con el crimen y con las ruinas del pasado, lo que encontramos sobre todo en esta novela es la recreación minuciosa de un microcosmos familiar. Claudio Bersani ve desfilar a hijos, parientes vivos y legendarios, nietos y colegas, por su memoria y por su villa de Cicciano, cerca de Nápoles. Todos contribuyen a esculpir el retrato de un personaje tan real que salta del papel, un gran seductor con un misterioso pasado aventurero.