Se dice que EDGAR ALLAN POE (1809-1849) escribió EUREKA en 1847 casi de un tirón, como obedeciendo a un impulso incontenible. Cuando remata su labor, está convencido de haber producido una obra revolucionaria, superior a todas las conjeturas del pasado y del presente acerca del origen y el destino del universo: ninguno de los decubrimientos científicos de la historia de la humanidad se le acerca en importancia. Con todo, como señala Julio Cortázar ­prologuista y traductor de esta obra, al igual que de sus «Cuentos» (L 5506 y L 5507) y «Narración de Arthur Gordon Pym» (L 5547)­, lo que explica la supervivencia y el fascinante atractivo de «Eureka» son sus valores estéticos y espirituales: «Los buenos lectores de este poema cosmogónico son aquellos que aceptan, en un plano poético, el vertiginoso itinerario intuitivo e intelectual que Poe les propone y asumen por un momento ese punto de vista ³divino² desde el cual pretende mirar y medir la creación».