La inmigración económica constituye actualmente (y previsiblemente en las próximas décadas) uno de los principales retos para el funcionamiento de las democracias desarrolladas, no sólo por los conflictos que se generan entre la presión de los inmigrantes por acceder a estos países y la de los estados desarrollados por mantener su política fronteriza y de seguridad, sino, sobre todo, por el reto que plantea la diversidad cultural (religiosa, política, ideológica, de pensamiento de género, etc.) y su gestión en el seno de sociedades que, cada vez, van perdiendo de forma más clara su carácter de culturas monocolor, para pasar a ser sociedades abiertas, multiculturales y sin una definición identitaria tan clara como antaño. Este "choque" de civilizaciones e identidades, por más que queramos obviarlo, sigue produciéndose y constituyendo un reto para las políticas sociales de integración económica y cultural de las nuevas poblaciones. Poder acercarse a este fenómeno de forma objetiva, con herramientas de investigación no excesivamente cualitativas, sino basadas en el análisis de la información estadística, territorial y de encuestas sociológicas, contribuirá sin duda a superar los discursos fáciles, tanto los populistas y xenófobos, como los bienintencionados e ingenuos, pues unos y otros, pueden resultar igualmente peligrosos en la gestión de un fenómeno tan delicado como lo es la convivencia en armonía de aquellos que son claramente diferentes entre sí, y además desean seguir siéndolo.