Es preciso haber leído esta compilación, y a todo lo largo, para sentir que allí se prosigue un solo debate, siempre el mismo, y que, aunque pareciera quedar así fechado, se reconoce por ser el debate de las luces. Y es que hay un dominio en que la aurora misma tarda: el que va de un prejuicio, del que no acaba de desembarazarse la psicopatología, a la falsa evidencia de la que el yo reclama un título para ostentar la existencia. Lo oscuro pasa allí por objeto y florece con el oscurantismo que encuentra allí mismo sus valores. Nada tiene, pues, de sorprendente que sea allí mismo donde se resista al descubrimiento de Freud, término que se prolonga aquí con una anfibología: el descubrimiento de Freud por Jacques Lacan.