Una aproximación clara y vigorosa al pionero de la medicina psicosomática en España y precursor de la neuropsicología Rof Carballo nos hace reconocer al hombre como un ser psicobiológicamente ligado al prójimo y a su pasado, pero también psicobiológicamente abierto, necesitado de «hacerse cargo de la realidad». Su obra se resume en pares de conceptos que han de entenderse sistémicamente, no en relación dialéctica. Términos como «menesterosidad» y «grandeza», «biología» y «libertad », «prematureidad» y «amor diatrófico» o «violencia» y «ternura», entre otros, ayudan a comprender que también psicológicamente el hombre es un ser dialógico: incomprensible e inviable aisladamente, cuyo nexo no es meramente metafísico, ni tan sólo social, sino radicalmente psicosomático, es decir, emocional. La imponente obra psicológica de este médico hunde sus raíces en un análisis profundo del «cerebro interno» o «cerebro emocional», en las aportaciones del psicoanálisis y en los estudios etológicos. Todo ello permite formular de modo preciso el concepto de «urdimbre afectiva», clave de la configuración de la personalidad.