Todos nos hemos sentido atraídos alguna vez por el cerebro, esa masa de poco más de un kilo y medio de peso encargada de controlar las funciones de nuestro cuerpo y mantener el contacto con el mundo exterior. A lo largo de la historia de la medicina, se han desarrollado numerosas teorías en las que se lo comparaba con todo tipo de máquinas o ingenios, por lo que no es extraño que muchas veces pensemos en él como un poderoso ordenador. Sin embargo, su funcionamiento va mucho más allá de las operaciones simbólicas, pues no sólo es capaz de calcular, sino también de crear y, sobre todo, de codificar en forma de sentimientos y emociones los datos que nuestros sentidos captan.