Valiéndose de un kayak, Román Morales recorrió durante dos años los 10.500 kilómetrros de aguas interiores que, de manera casi ininterrumpida, enlazan Buenos Aires con el delta venezolano del río Orinoco. Un remar sin prisas, atento a la posibilidad de compartir un fuego con pobladores que viven junto a ríos de dimensiones, diríase, siderales. Viaje en cierta forma intemporal, el de un navegante que fue conociendo la naturaleza y la memoria social de caudales que logran unificar todo un continene. Ríos como el Paraguay, el Guaporé, el Madeira, el Amazonas, el Negro, el Casiquiare y el Orinoco, cuyas orillas vieron pasar a un canoero buscando contacto humano y trémulos jirones de libertad.