Seis relatos fantásticos de Shiel, una muestra sobrecogedora del poderoso estilo de uno de los máximos exponentes de este género literario. «Con este volumen se inician las publicaciones del Reino de Redonda, minúscula y deshabitada isla antillana de la que el autor, Matthew Phipps Shiel (1865-1947), fue coronado primer rey en 1880, dando lugar a una curiosa "dinastía literaria" que aún continúa. »Nacido en la vecina isla volcánica de Montserrat, Shiel completó su educación en Inglaterra, donde enseñó Matemáticas, estudió Medicina y se hizo políglota antes de dedicarse por entero a la literatura. Hoy es uno de los más admirados y a la vez más ocultos maestros del género fantástico. Algunas de sus novelas están consideradas como precedentes innegables de lo que más tarde se llamó "ciencia-ficción", y sus cuentos -de los que La mujer de Huguenin es una muestra antológica- fueron elogiados por colegas tan dispares y respetables como Dashiell Hammett, Lovecraft, Arthur Machen y H.G. Wells, quienes vieron en él a uno de los mejores continuadores de Poe, pero también de Julio Verne, de Conan Doyle, del Barón Corvo, de Villiers de l'Isle Adam y hasta de Baudelaire. »La presente edición incluye, a modo de apéndices, las listas completas de los "pares literarios" nombrados por los diferentes reyes de Redonda.»Xavier Marías M.P. Shiel según sus contemporáneos:«Colosal... brillante.»H.G. Wells «Un mago.»Dashiell Hammett «Si por genio entendemos ideas asombrosas, destellos de imaginación verdadera, originalidad desbocada, entonces debemos reconocérselo.»J.B. Priestley «Habla de un mundo maravilloso, mucho más desenfrenado del que Poe soñara.»Arthur Machen «La gente sensata debería tener la obra completa de Shiel.»Rebecca West «Sus relatos me emocionaron. Un erudito, un lingüista, un inventor, un estilista.»Arnold Bennett «Con su genio ardiente, Shiel es el mejor escritor romántico que hay hoy vivo en Inglaterra. En verdad no hay nadie como él.»Hugh Walpole «La curiosa y elaborada belleza de estos cuentos recupera, en cada arabesca frase, los mismísimos acentos de Edgar Allan Poe.»Dorothy L. Sayers