En Humanismo cristiano, Merton distingue entre persona e individuo, y recuerda que la vocación de la persona es construir su propia soledad como condición sine quae non para un encuentro válido con otras personas. Mediante una serie de ejemplos, Merton defiende que sólo una cooperación inteligente y la comunión en el amor que es cualquier cosa menos la pantomima del sentimentalismo gregario alimentarán la estructura de una sociedad viva, fértil y genuinamente humana.