Sor Mª de Gracia, monja jerónima en Córdoba, refleja cada día en su lectio divina su experiencia de Dios, de sí misma, de los hermanos, de la vida. Es original y espontánea, sin sujeción a metodologías ni técnicas: no parte de una mesa de estudio ni de otro libro que no sea la Biblia. Desgrana la Escritura sin forzarla, sino acariciándola poéticamente, como suave y cariñosamente acaricia en su oración al Universo entero: a cada hermano de todos los tiempos, lenguas y naciones, a la Iglesia y a los sacerdotes, a los niños, a los legisladores, a las madres que dan a luz y a las que abortan, a los pobres, solos y enfermos, «los despojados, predilectos del Despojado». Ve concentrada en el patio de su monasterio la belleza de la creación entera, el silencio y la grandeza del Misterio; disfruta la gloria de Dios en las noches estrelladas, en la serenidad de su música callada. Y siente desde su clausura, tan absurda para el mundo, la palpitación de los hermanos de ese mundo. Sin salir del claustro, Sor Mª de Gracia, como tantas monjas contemplativas, ejerce como «sacerdote» de la Liturgia cósmica, ofreciendo el mundo al Dios que lo creó y ofreciéndose ella misma con ese mundo, como Cristo, el Grande y Único Liturgo, el Salvator mundi. Silencio, belleza, anchura interior, virginidad de alma y de cuerpo, alegría, pobreza, fraternidad, optimismo existencial, osadía profética. Todo eso y mucho más hay en estas páginas, escritas, en clima de oración contemplativa, por una mujer soñadora.