A pesar de sus diferencias científicas, Born y Einstein sostuvieron una rara y cercana amistad durante más de cuarenta años. Dice B. Russell en su prólogo: “Estas cartas que no estaban destinadas a la publicación dan fe de sus esperanzas y ansiedades, tanto en la guerra como en la paz, de sus pensamientos acerca del progreso de su labor y la de sus colegas […] En una época de mediocridad y de pigmeos morales, esas dos vidas brillan con intensa belleza.”