Pese a proporcionar a la historia del cine no pocas obras sobresalientes, el melodrama sigue siendo un género considerado menor por especialistas y público cinéfilo. A ello han contribuido varios factores: sus orígenes literarios degradados; su antigua condición de «cine para mujeres»; su multiplicidad de variantes, enfoques y perspectivas; la habitual contaminación con otros géneros
Todo ello ha hecho del melodrama un modelo narrativo difuso, escurridizo y lleno de sombras. Sin embargo, lo melodramático es crucial para entender la evolución de la cultura del siglo XX y la vida cotidiana del ser humano contemporáneo: emocionante iconografía, hiperbólica dramaturgia, densas estructuras narrativas y sugerente puesta en forma. El melodrama se ha convertido en el vehículo más apropiado para que el cine hable de dolor, infelicidad, sacrificio y melancolía. De ahí que estudiar los mejores melodramas de la historia sirva como apasionante ejercicio de análisis de la propia naturaleza del cine y de la complejidad del alma humana.