El Barroco fue el estilo artístico dominante durante la mayor parte del período colonial en Brasil, donde hizo su aparición a principios del siglo XVII, introducido por los misioneros católicos, especialmente los jesuitas, responsables principales de la catequización y culturización de los pueblos indígenas durante la colonización portuguesa en virtud de la estrecha relación entre la Iglesia y el Estado. Dado que las élites no se molestaron en construir palacios o patrocinar las artes profanas hasta el final de la presencia colonial y dado a su vez que la religión ejercía una enorme influencia en la vida cotidiana, de todo ello se concluye que gran parte del legado barroco brasileño se ciñe al arte sacro: arquitectura, estatuaria, pintura, talla para la decoración de iglesias y conventos o culto privado.Las características formales del barroco generalmente han sido descritas como pertenecientes a un estilo dinámico, narrativo, ornamental, pleno de dramáticos contrastes, cultivador de una plasticidad seductora, sin obviar por ello un gran pragmatismo y eficaz retórica. El arte barroco brasileño, de genealogía clásica europea, en cuanto estilo implantado en tierras de nueva colonización forzó su aspecto más puramente funcional, prestándose, además de a cumplir una finalidad puramente decorativa, a la extensión de la doctrina católica y costumbres europeas entre los neófitos indios y negros, fomentando entre ellos el cultivo y la confirmación de la fe y las tradiciones de los conquistadores cristianos, que habían logrado dominar y explotar este gran territorio imponiendo su cultura sobre él. Con el tiempo, los artesanos locales comenzaron a aportar al barroco importado de Europa características originales, por lo que se considera que esta aclimatación constituye uno de los primeros testimonios de la formación de una verdadera cultura identitaria nacional.