El relato inquisitorial, el que conservaron los archivos de la Inquisición en los virreinatos de América, en España, Portugal e Italia, en expedientes dedicados a millares de víctimas, a sus herejías, sus fantasías, sus delirios, su disidencia y a veces su firmeza, obtiene en el siglo XIX una proyección narrativa que, en el caso de la América Hispánica, crea un conjunto de testimonios novelescos que superan por número, y seguramente calidad, a los peninsulares.