Estas crónicas pueden leerse desde el punto de vista de la Tauromaquia con mayúscula. Pero también contienen ese perfil literario que las hace universales. No hace falta entender de toros para sumergirse en su lectura. Basta con abrir los ojos del entendimiento y de la emoción. En una plaza de toros pasan muchas cosas aunque a veces no ocurra nada digno de mención. La buena crónica no es la que se describe una gran faena, sino la que está bien escrita. Una tarde soporífera puede dar lugar a una crónica inmensa. Y viceversa. Porque ante el teclado no se sienta el torero, sino el cronista. Aunque los textos, que aquí se recogen, tienen como referencia a una serie de festejos celebrados casi todos en la plaza de toros de Sevilla, han sobrepasado la temporalidad puntual para ser crónicas de una ciudad en su manifestación taurina. No falta tampoco, en este libro, un análisis de los peligros que acenchan la fiesta, que no está en los argumentos que esgrimen los supuestamente ecologistas en su contra –Francis Wolff ha señalado brillantemente 50 motivos para defenderla-, ni tampoco en las cuatro rubias que se ponen en pelota picá delante de una plaza de toros. Los grandes problemas de la tauromaquia están mayoritariamente dentro, en un caballo de Troya a lomos del cual Saturno devora a sus propios hijos ora de corto ora de luces.