Benedicto XVI la presentaba como una gran mujer profetisa que también hoy nos habla con gran actuali-dad, con su valiente capacidad para discernir los signos de los tiempos, con su amor por la creación, su medicina, su poesía, su música, su amor a Cristo y a su Iglesia. Es el mismo Papa que la proclama Doctora de la Iglesia y la constituye maestra universal para cuantos buscan la verdad y un ejemplo, de manera especial, para quienes viven el mismo ideal de vida monástica. Es cierto que Dios la adornó con múltiples dones y luces, pero no lo es menos que ella colaboró intensamente para que esos talentos dieran fruto abundante.