Es imposible pasar por alto la influencia de René Magritte (1898-1967) en el arte contemporáneo. Sus cuadros surrealistas transforman irónicamente el orden habitual de las cosas, devolviendo de este modo el misterio a un mundo que había perdido su magia. Su obra transmite habitualmente una sensación de lo increíble, lo sorprendente y lo ridículo, pero también de lo inquietante. Sin un mensaje específico, los cuadros de Magritte nos hablan creando una conexión entre polos opuestos a un nivel asociativo. Así, un panecillo pasa volando con completa naturalidad a través de la entrada bloqueada de una cueva. Magritte hablaba de «pensamientos inspirados» para explicar su arte. Desde luego, era un pintor-filósofo que pensaba de un modo pictórico y que se movió con aparente delicadeza en la exaltada atmósfera de su propia imaginación.