«La religión nace del fuego -decía Abraham Heschel-, de una llama que consume las escorias de la mente y del alma; pero corre el riesgo de vivirse al margen del fuego. El fuego, lo mismo que la sal, la vigilancia o la prisa, son imágenes con que el evangelio expresa esa manera de vivir marcada por el apasionamiento de los que han tenido un encuentro con Aquel que entendía su misión como «hacer arder la tierra» (cf. Lc 12,49) y cuya palabra hacía sentir a los suyos «el corazón en ascuas» (Lc 24,32). Hemos sido bautizados «con Espíritu Santo y con fuego» (Lc 3,16), pero la indiferencia y la trivialidad ponen nuestra vida en peligro de volverse tibia, insípida y adormecida, sin que nos «abrase insoportablemente el Dios vivo del evangelio», como decía Madeleine Delbrêl. Estas páginas pretenden señalar caminos de encuentro con esa Palabra que puede volver a incendiar nuestro corazón. Y lo hacen siguiendo un cierto itinerario litúrgico -Adviento, Navidad, Eucaristía, Pascua- y acercándose a aquellos que, como Maria o los Profetas, son testigos de lo que ocurre cuando alguien entra en comunión con el fuego de Dios y se deja atraer por la zarza ardiente de su Presencia.