Un día, noté que mi vecina actuaba de manera extraña. Ella murmuraba para sí misma y me lanzaba miradas espeluznantes. Traté de evitarla, pero un día me acorraló y me preguntó si quería ver su «lugar especial». En contra de mi buen juicio, la seguí. Resulta que su lugar especial era una habitación oscura llena de velas, donde guardaba su colección de ojos humanos.

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