«Tened por cierto que cuantos pensamientos nos inquietan no proceden de Dios, que es príncipe de paz, sino del demonio, o del amor propio, o de la estima en que nos tenemos. Tales son las tres fuentes de que nacen todas nuestras turbaciones. Por eso, cuando nos asalten pensamientos de inquietud, desechémoslos y despreciémoslos al punto».
(S. Fco. de Sales, citado por S. Alfonso Mª de Ligorio en «Práctica del amor a Jesucristo»)