«No considero que haya otra solución para el porvenir que no esté en el Cristianismo, y en el Cristianismo católico; la religión del Verbo es la manifestación de la verdad, así como la Creación es la manifestación de Dios. No pretendo en absoluto que tenga lugar una renovación general.
Admito que pueblos enteros están abocados a la destrucción; admito también que la fe se está secando en ciertos países; pero si queda un solo grano, si cae en un poco de tierra, aunque sólo sea en los restos de un tiesto, este grano germinará, y una segunda encarnación del espíritu católico reanimará a la sociedad.
Cuando haya alcanzado su punto culminante, las tinieblas acabarán de disiparse; la libertad, crucificada en el calvario con el Mesías, descenderá con Él; devolverá a las naciones ese nuevo testamento escrito a favor suyo. Pasarán los gobiernos, desaparecerá el mal moral, la redención anunciará la consumación de los siglos de muerte y de opresión nacidos de la caída. ¿Cuándo llegará ese tan deseado día?
¿Cuándo se recompondrá la sociedad? Nadie puede decirlo; imposible calcular cuánta resistencia opondrán las pasiones humanas. Pero si debe haber un porvenir poderoso y libre, sólo podremos alcanzarlo con la ayuda de esta esperanza cristiana, cuyas alas crecen a medida que todo parece traicionarla».