Las personas olvidarán lo que les dijiste o lo que hiciste, pero no cómo las trataste.
En la historia efímera de nuestras interacciones, perduran las huellas invisibles del trato humano. Las palabras pueden desvanecerse en el viento, los actos pueden desaparecer en la distancia, pero el eco eterno de cómo tratamos a otros reverbera en el corazón de cada memoria. Las personas olvidarán discursos y acciones, pero no la manera en que fueron tocadas por la bondad, el respeto y la empatía. En cada encuentro, forjamos legados más allá de las palabras y las acciones, dejando una impresión indeleble en la tela del tiempo: la impronta de nuestra humanidad.