“Cuenta Rilke que, en París, pasaba siempre junto a una mujer a la que arrojaba una moneda en el sombrero. La mendiga permanecía totalmente impasible, como si careciese de alma. Un buen día, Rilke le regala una rosa. Y en ese momento su rostro florece. Él ve por primera vez que ella tiene sentimientos. La mujer sonríe, luego se marcha y durante ocho días dejó de mendigar porque le han dado algo más valioso que el dinero.”
(J. Ratzinger en «Dios y el mundo» Lo cuenta comentando cómo la verdadera caridad, el amor, está más en una rosa, un gesto de interés, de cordialidad, de aceptación del otro, que en dinero o cosas materiales)