Me miro al espejo, me noto y sé que aún vivo, que no estoy entre los muertos; parece mentira que sea el mismo aquel que tú conociste… Además me estoy volviendo olvidadizo, y también más confundido.
Pues, a veces, no puedo recordar, cuando estoy al pié de la escalera, si tengo que subir a por algo, o si acabo de bajar. Y en ocasiones, frente a la nevera,
mi pobre mente se llena de dudas,¿acabo de guardar alguna comida, o
vine para sacar algo?
Y otras veces, cuando afuera está todo oscuro y tengo mi gorro de dormir en la cabeza, no estoy seguro si me estoy por retirar, o si me acabo de levantar.
De modo que, si te hablo y te repito las cosas que te he repetido otras veces,
no hay necesidad de que te molestes, puede ser que crea que ya te he contado esto antes también, y que no quiera aburrirte repitiendo.
Pero recuerda que te quiero, y que desearía que estuvieras siempre aquí conmigo; aunque sé que tienes tu vida en otro lugar para vivirla;
pero ahora, ya es hora de irme a dormir de modo que te digo, «Adiós querida».
Y allí estaba yo frente al espejo, con la cara muy colorada, pues en vez de decirte lo que quería lo había acabado de poner en el congelador.
Me estoy acostumbrando a mi artritis, Con mis muelas postizas me resigno, es Luisitito quien me recuerda ahora las pastillas, Y puedo manejarme con mis bifocales, pero Señor, ¡cuanto extraño mi mente!