También los pájaros se unían a ella en alabar al Señor. Dice la
misma Catalina de santa María que, estando en la huerta la
bendita Rosa con esta testigo y otra hermana suya, llamada Lucía,
venía un pajarito y se ponía encima de un árbol que en esta tierra
llaman guayabo, y la bendita Rosa le decía: “Pajarito ruiseñor,
alabemos al Señor; alaba tú a tu Creador y yo alabaré a mi
Salvador”.
Y con esto empezaba el pajarito a cantar y, en acabando, cantaba la santa Rosa en alabanzas al Señor y aguardaba el pájaro que la santa acabase y empezaba él; y cantando ella una vez y el
pájaro otra, se entretenían ella y el pájaro en este ejercicio una
hora entera hasta las seis. Y la bendita Rosa venía a concluir
cantando: “Cómo te amare, mi Dios, cómo te amaré, Señor, siendo
yo criatura y tu Creador”. Y se iba el pájaro a vista de esta testigo y
de su hermana. Y la bendita Rosa decía: “Bendito sea Dios, que se
fue mi pajarito”.