Iulian Urban, 38 años · Doctor en Lombardía (está en su Facebook, puede comprobarse):
«Jamás en las pesadillas más oscuras había imaginado que podría ver y experimentar lo que ha estado sucediendo aquí en nuestro hospital durante tres semanas. La pesadilla fluye, el río se hace más y más grande. Al principio vinieron algunos, luego docenas y luego cientos, y ahora ya no somos médicos, sino que nos hemos convertido en clasificadores en la cinta corredera y decidimos quién debe vivir y quién debe ser enviado a casa a morir, aunque todas estas personas hayan estado pagando impuestos italianos toda su vida.
Hasta hace dos semanas, mis colegas y yo éramos ateos. Era normal porque somos médicos y habíamos aprendido que la ciencia excluye la presencia de Dios. Siempre me había reído de mis padres porque iban a la iglesia.
Hace nueve días un pastor de 75 años vino a nosotros. Era un hombre amable, tenía problemas respiratorios graves, pero tenía una Biblia con él y nos impresionó que se la leía a los moribundos y les cogía de la mano.
Todos estábamos cansados, desanimados, psíquica y físicamente, cuando tuvimos tiempo para escucharlo. Ahora tenemos que admitir: nosotros, como humanos, hemos alcanzado nuestros límites, no podemos hacer más y cada día mueren más personas.
Y estamos exhaustos, tenemos dos colegas que han muerto y otros han sido infectados. Nos hemos dado cuenta de que donde acaba lo que el hombre puede hacer, necesitamos a Dios y hemos empezado a pedirle ayuda en cuanto tenemos unos minutos libres. Hablamos entre nosotros y no podemos creernos que, como ateos feroces que somos, ahora estemos todos los días buscando nuestra paz, pidiéndole al Señor que nos ayude a resistir para que podamos cuidar a los enfermos. Ayer murió el pastor de 75 años, que hasta la fecha, a pesar de que hubiésemos tenido más de 120 muertes en 3 semanas aquí y de que todos estábamos exhaustos, destruidos, él había logrado, no obstante sus condiciones y nuestras dificultades, traernos una PAZ que ya no esperábamos encontrar.
El pastor se ha ido con el Señor y pronto lo seguiremos también nosotros si esto sigue así. No estoy en casa desde hace 6 días, no sé cuándo comí por última vez, y me doy cuenta de mi inutilidad en esta tierra y quiero dedicar mi último aliento para ayudar a los otros. Estoy feliz de haber vuelto a Dios mientras estoy rodeado del sufrimiento y la muerte de mis semejantes».