La importancia de la COHERENCIA
En los momentos de confusión entre el bien y el mal en tanta gente bienintencionada, viene estupendamente recordar a los mártires. No es muy confuso el camino para negar la conciencia (y aprobar la muerte de otros, enfermos, mayores o atormentados por diversos problemas… -si ellos quieren…-; o de niños no-nacidos e indefensos -bah, no son niños todavía…-; o que se casen dos mujeres – si se quieren…-; o cualquier otra incongruencia…).
Es sencillo: el primer paso es negar la Iglesia (Camino humano, pero lleno de ayudas espirituales, legado por Cristo en persona): demasiados errores humanos, dicen como excusa. Los que optan por «IGLESIA – ¡NO!» se escurren en verdades a medias, pecadillos y pecados consentidos; por el camino de auto-excusarse se llega a la negación de la verdad absoluta (si a ellos les gusta, que lo hagan); y por lo tanto la negación de la conciencia (eso está bien si me mola; y no está bien si me desagrada: el bien y el mal dependen de mí: la verdad moral es relativa). Y es que así, negando la mayor (esto es: la Iglesia, los curas, etc…) es imposible dar en el clavo… La incoherencia es tal (creo, pero no practico…) que, según lo que la mayoría de la gente cree, los incoherentes irían al infierno de cabeza. Por lo tanto, sugiero que dejen de jugar a ser buenecitos y que se dediquen al pecado a saco: eso es más coherente. Total, esto se les acaba aquí, y luego sigue ALLÍ…
Bueno: son sólo opiniones; qué raro que nadie comentéis estas cosas (jaja). Sigue con la Historia de Charles Lwanga.
La historia de Charles, HOMBRE COHERENTE que afirmó su fe con su vida
El soberano del reino de Uganda, al que pertenecía Carlos y los suyos, era un joven voluble y sensual de sólo dieciocho años, al que además rodeaban inescrupulosos consejeros. «¿No ves -lo azuzaban- que estos cristianos te quitarán el poder?
Tendremos que huir y tus posesiones serán de ellos y de los extranjeros que los han engañado». El joven rey negro volvió, pues, al paganismo, que nunca había abandonado de corazón, y buscaba deshacerse de los conversos; lo llevaban no sólo motivos de índole política, sino sobre todo que los creyentes, y en concreto Carlos, no habían querido acceder a sus incitaciones homosexuales.
Así el rey decretó una persecución “contra los que hacen oración”. El martirio de Carlos Lwanga fue atroz. La tribu rodeaba al muchacho ansiosa de que éste, abjurando de la fe, salvara su vida. Carlos era muy amado por sus compatriotas, pero el valiente joven no respondió una sola palabra a las acusaciones de sus injustos jueces. Finalmente, el tres de junio de 1886, junto con otros doce cristianos (algunos de cuales habían recibido el bautismo de manos de Carlos momentos antes), fue consumido por el fuego sin exhalar un gemido.
Oh Dios, que concediste a tu siervo Carlos la gracia del martirio, concédeme en
memoria de su entrega y contando también con la intercesión de Santa María
Siempre Virgen, Madre del Amor Hermoso y Reina de la Pureza, la fortaleza
necesaria para perseverar fiel a tus designios y leyes sin importarme ni las
presiones contrarias del ambiente ni la persecución por parte de los poderes
humanos. De igual modo te pido a través de Carlos y Santa María la gracia de la
conversión para los que desde la ideología homosexual o la militancia gay
abjuran de la fe y persiguen a los cristianos. Haz que tu Iglesia nunca vacile
para exponer Tu doctrina y danos a todos la fuerza y la valentía
suficientes para defender el tesoro de la pureza de nuestros hijos y que así
puedan dedicarse a Ti en el servicio a la Iglesia y a todo el género humano sin
discriminación alguna.
Por Cristo nuestro Señor. Amén