Fotomatón y San Josemaría

Siendo un joven sacerdote, a causa de un grave contratiempo, perdió un momento la serenidad:

 “Me enfadé… y después me enfadé por haberme enfadado”. 
Yendo cariacontecido por la calle, con el ceño fruncido, pasó junto a una máquina de hacer fotos y se le ocurrió una idea sorprendente:
 ¡Hacerse una foto!: 
“¡Estaba divertidísimo con la cara de enfado! La llevé en la cartera durante un mes. De vez en cuando la miraba, para ver la cara de enfado, humillarme ante el Señor y reírme de mí mismo: ¡por tonto!, me decía”.

Un carácter fuerte 

Dicen los entendidos que una cosa es el temperamento, que se tiene de nacimiento y no se puede cambiar, y otra cosa es el carácter, que puede educarse y formarse a lo largo de la vida.
 Es frecuente, por ejemplo, que algunas personas confundan un temperamento fuerte con el mal carácter. Si una persona tiene mal carácter significa que tiene reacciones -de ira o de apatía-, que le cuesta mucho dominar, pero que debe hacerlo por amor a Dios y a los demás (¡y a uno mismo!). 
Cuántas veces se excusa la gente de una mala reacción atribuyéndolo a su “mal carácter”: 

“No digas: «Es mi genio así…, son cosas de mi carácter». Son cosas de tu falta de carácter…”.
Esa lucha por formar y educar el carácter, que tiene que hacer toda persona que desee ser virtuosa, es especialmente importante en quienes han ser servir a los demás desde puestos de gran influencia:


“No es suficiente que seas sabio, además de buen cristiano. -Si no corriges las maneras bruscas de tu carácter, si haces incompatibles tu celo y tu ciencia con la buena educación, no entiendo que puedas ser santo. -Y, si eres sabio, aunque lo seas, deberías estar amarrado a un pesebre, como un mulo”. 
Josemaría Escrivá tenía una personalidad vigorosa y recia; un temperamento, valiente e impetuoso, fuerte y enérgico, pero supo adquirir pleno dominio de sí mismo.