Cuando encuentras un adolescente o un niño cruel puedes con probabilidad estar viendo la larva de alguien terrible.
Este «ser terrible» tiene muchas manifestaciones en la niñez: hacer sufrir a los compañeros, doble personalidad, atormentar a los animales, masoquismo, placer espiritual al causar sufrimiento… Aunque hay espacio para el milagro, que de todo se ha visto, se puede asegurar que una persona que va en esa dirección, llegará a su destino a no ser que cambie.
El enfado es una demostración de debilidad del que se enfada. Le está diciendo al mundo mundial que no es capaz de controlarse.
Pero el que se enfada pierde.
He aquí una anécdota sobre las crueles hazañas de Ivan el Terrible
Iván el Terrible
La formación de la juventud es clave en el comportamiento de la madurez.
No era casualidad ni estrategia militar que a Iván IV se le conociera como «El Terrible».
Ya en su infancia pasaba las horas torturando a animales y arrojándolos al vacío desde los tejados del palacio real.
Su primer crimen político conocido ocurrió en 1543, a los 14 años, al ordenar que Andrei Chuiski fuera arrojado a unos perros hambrientos.
En 1555, ordenó la construcción de la iglesia de San Basilio en Moscú.
Quedó tan complacido con la obra que ordenó dejar ciegos a los arquitectos para que no pudieran proyectar nada más hermoso.
En 1570, marchó sobre la ciudad de Novgorod al frente de un ejército de quince mil hombres, arrasándola y dando muerte a más de veinticinco mil personas.
Se dice que llegó incluso a arrojar a decenas de niños a las aguas heladas de un río cercano por el simple hecho de disfrutar viendo el espectáculo.
El 14 de noviembre de 1581, en acceso de ira, mató a golpe de bastón a su propio hijo y sucesor, Iván Ivanovich.