Inquietum est cor nostrum…
Una rica joven de los Estados Unidos tenía cuanto podía desear: comodidades, hermosura, vestidos, automóviles, muchos amigos, viajes… Un día, se dirigió en su mejor coche a Adirondacks y, deteniéndose junto a un precipicio, en una cuneta del camino, escribió allí una nota, que dejó en la carretera, y en su coche se lanzó al abismo.
La nota decía: “Lo he probado todo y no encuentro en la vida nada que pueda interesarme. Dejad que le ponga fin.”
(Historietas Catequísticas, Segunda serie. F. H. Drinkwater.)