La Iglesia celebra hoy la festividad de todos aquellos que nos han precedido en su marcha a la Casa de Padre, y que ya están disfrutando de la presencia de Dios cara a cara. Es decir, todas aquellas personas anónimas que ya son santos. Esta fiesta nos recuerda que todos somos llamados a la santidad en esta vida. En los primeros siglos de vida de la Iglesia había un día para recordar a los mártires.
El Papa Bonifacio IV (608-615) transformó un templo griego en uno cristiano para dedicarlo al culto de Todos los Santos.
Y fue en el año 840 cuando la festividad comenzó a celebrarse el 1 de noviembre. Hemos de recordar que muchas fiestas importantes comienzan su celebración el día anterior por la noche, en la misa vespertina de vigilia, es decir el 31 de octubre. En inglés sería All Hallows Eve, la víspera de Todos los Santos.
Con el tiempo su pronunciación fue cambiando hasta la conocemos en nuestros días Halloween. Esta celebración poco tiene que ver con la importancia del día que hoy celebra la Iglesia Universal, aunque su origen sea el mismo.