La crisis de pederastia en la Iglesia en 1001 palabras…
Y la respuesta de Benedicto XVI
ROMA (ZENIT.org).-
El New York Times (NYT) publicó (12/3/10) que en 1980 la archidiócesis de Múnich y Freising, siendo Joseph Ratzinger obispo, acogió y finalmente reincorporó a un sacerdote acusado de abusar sexualmente de niños. El cura perpetró más tarde nuevos abusos y fue procesado. Como se ha demostrado después, quien tomó la decisión de readmisión no fue Ratzinger sino el vicario general: la reasignación tuvo lugar en septiembre de 1982, cuando Ratzinger ya estaba en Roma.
Por las mismas fechas (5/03/10) se intenta implicar al hermano de Ratzinger, pero la acusación no se sostiene.
La respuesta de Benedicto XVI
Benedicto XVI (19/03/10) escribe una carta a los católicos de Irlanda sobre los abusos a niños y jóvenes por parte de clérigos, destapados por los informes Murphy (julio 2009) y Ryan (mayo 2009). Irlanda es el segundo país tras Estados Unidos donde se investiga a fondo.
En la misiva, Benedicto XVI apunta 8 causas de este desastre:
1) inadecuada respuesta a la secularización,
2) descuido de prácticas sacramentales y devocionales (confesión frecuente, oración diaria y retiros anuales),
3) tendencia a adoptar formas de pensamiento y juicio sin referencia suficiente al Evangelio;
4) tendencia a evitar enfoques penales de las situaciones canónicamente irregulares;
5) procedimientos inadecuados para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa;
6) insuficiente formación humana, moral, intelectual y espiritual en los seminarios y noviciados;
7) tendencia social a favorecer el clero y otras figuras de autoridad y
8 ) preocupación fuera de lugar por el buen nombre de la Iglesia y para evitar escándalos.
A las víctimas dice: «Habéis sufrido inmensamente y eso me apesadumbra en verdad. Sé que nada puede borrar el mal que habéis soportado. (…) Es comprensible que os resulte difícil perdonar o reconciliaros con la Iglesia. En su nombre, expreso abiertamente la vergüenza y el remordimiento que sentimos todos. Al mismo tiempo, os pido que no perdáis la esperanza». A los sacerdotes y religiosos que han abusado de niños: «Debéis responder de ello ante Dios todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos».
A los obispos: «No se puede negar que algunos de vosotros y de vuestros predecesores habéis fallado, a veces gravemente, a la hora de aplicar las normas, codificadas desde hace largo tiempo, del derecho canónico sobre los delitos de abusos de niños. Se han cometido graves errores en la respuesta a las acusaciones».
Benedicto XVI propone cinco medidas:
1) un año de penitencia,
2) redescubrir el sacramento de la Reconciliación (la confesión),
3) fomentar la adoración eucarística;
4) una Visita Apostólica (una inspección) en algunas diócesis, seminarios y congregaciones religiosas;
5) una misión para todos los obispos, sacerdotes y religiosos. En otras palabras: hacer limpieza.
Más cargos aún
El 24/03/10, NYT apunta directamente a Benedicto XVI como responsable de un caso, cuando era todavía cardenal: el de Lawrence Murphy, que abusó de niños sordos en los 70 en Milwaukee y no fue condenado ni por la justicia ordinaria ni por el arzobispado. Como se ha visto después, la falta de diligencia en el castigo del malhechor fue culpa del propio arzobispado local: el caso no llegó al Vaticano hasta los 90.
El sesgo de la noticia periodística puede explicarse por errores de traducción y porque el artículo bebe de dos fuentes: los abogados que han denunciado al Arzobispado (uno de ellos, Jeffrey Anderson, tiene litigio abierto contra la Santa Sede) y el arzobispo retirado de Milwaukee Rembert Weakland, en activo cuando sucedió todo.
El 2/2/10 Associated Press lanzó otra acusación contra Benedicto XVI, cuya pruebas se demostraron falsas. El 9/4/10 volvió a la carga NYT con más acusaciones, con igual suerte.
En resumen, las acusaciones contra la Iglesia son tres:
1) algunos sacerdotes católicos abusaron de niños,
2) muchos obispos lo ocultaron,
y 3) Benedicto XVI es personalmente responsable.
Con datos en la mano, el n. 1 es lamentablemente cierto en una ínfima minoría del colectivo; n. 2 se afirma en determinados prelados y n. 3 es rotundamente falso.
Las consecuencias
Algunos piden juzgar al Papa por encubrimiento, y aprovechan para suspender al catolicismo en su conjunto. Otros de funesto recuerdo ya habían intentado, tiempo atrás usar los delitos de unos pocos para desacreditar a toda la institución. Algunos abogados intentan sacar provecho.
No han faltado voces amigas del Papa desde el judaísmo, desde el agnosticismo y, en general, desde ambientes intelectuales.
El Vaticano ha puesto sobre la mesa la información que tiene. Tal ejercicio de transparencia ha llegado al extremo de que el fiscal del Vaticano hable sobre los casos de abusos en una documentada entrevista.
La Santa Sede ha publicado los reglamentos por los cuales se juzgan estos casos y abundante documentación.
Dentro de la Iglesia, ha habido partidarios de la ruptura y partidarios de la renovación.
Ruptura:
1) algunas voces reclaman una revisión del celibato y de la moral católica, aunque expertos y opinadores incluso no católicos han denunciado con datos la inexistencia de tal vinculación causa-efecto.
2) exponentes antirromanos de cierta edad han reclamado la dimisión del Papa o una reforma.
Renovación:
muchos han aplaudido el posicionamiento de Benedicto XVI de tolerancia cero, petición de perdón y penitencia y conversión. Muchos católicos han salido de la perplejidad buscando la verdad de los hechos. La operación limpieza iniciada años atrás ha retomado impulso: desde la carta a Irlanda han dimitido dos obispos irlandeses, un americano, un alemán, un noruego y un belga. El liderazgo interno de Benedicto XVI es mayor ahora: se percibe Benedicto XVI como parte de la solución, y no parte del problema.
Además de la Iglesia, pocos han priorizado la protección de las víctimas y las medidas para acabar con la pederastia. Es una lástima, tanto más cuando se constata que es un problema transversal: afecta más gravemente a muchos otros colectivos sociales. Países como Alemania, ya lo afrontan globalmente.
Algunos articulistas han apuntado a la culpa que en la extensión del fenómeno haya podido tener la revolución sexual de los sesenta y su simpatía declarada hacia la pedofilia.