Un maestro que quería enseñarles una lección a sus alumnos. Les dio la oportunidad de escoger entre tres exámenes, uno de 50 preguntas, otro de 40 y un último de 30.
A los que escogieron el de 30 les puso una «C» sin importar que hubieran contestado todas bien. A los que escogieron el de 40, les puso una «B» aún y cuando más de la mitad estuvieran incorrectas. Y a los que escogieron el de 50, les puso una «A» no obstante que se hubieran equivocado en casi todas. Los estudiantes no entendían.
El maestro respondió: «Queridos alumnos, no estaba examinando sus conocimientos, pero «sí» su determinación de apuntarle a lo alto.» Le apunto a lo alto, sabiendo que así estaré más cerca de mis sueños, que si me conformo con pequeños objetivos. Le apunto a lo alto, sabiendo que Dios me ha capacitado para florecer donde estoy ahora, si busco dar mi mayor esfuerzo.
Le apunto a lo alto, con fe en que Dios terminará la obra que comenzó en mí, si prosigo adelante con determinación y no me doy por vencido. «Dios, según su bondadosa determinación, es quien hace nacer en ustedes los buenos deseos y quien los ayuda a llevarlos acabo.»—Filipenses 2,13: