En la explanadilla del cabezo de la Corona había una higuera que nunca
jamás había dado fruto, y aquel año produjo tres higos tan hermosos,
orondos y extraordinarios, que el concejo determinó enviarlos de regalo
a S.M., y nombrando a Pedro Saputo para el encargo y comisión de
llevarlos. Mandaron hacer una cesta muy pulida a un cestero de Huesca,
el más famoso que había en la ciudad, con tres divisiones para poner
los higos separados. Y hecho todo y puestos los higos con buen mullido,
entregaron a Pedro Saputo la cesta, diéronle dinero para el viaje, y
tomó el camino de la corte. A poco trecho comenzó a decir entre sí:
esto que hacen los de mi lugar es una grandísima sandez, y no sé yo
cómo endilgalla para que no lo parezca. Supongo que llego allá: y ¿qué
digo? ¿Qué diré a aquellas raposas descoladas de los cortesanos? Y ¿qué
dirán cuando vean que desde Almudévar, en Aragón, llevan tres higos a
S.M. y pido audiencia y se los quiero presentar y porfío en ello? A mí,
es verdad, no me pesa ir a la corte; y o yo no soy Pedro Saputo o los
higos ha de vellos y recibillos el rey. Pero ¿cómo haré yo para que
esta ignorancia y puerilidad redunde en estimación y crédito de los de
mi pueblo? Y así discurriendo fue andando su jornada, y el cuarto día
llegó a Alcalá de Henares. Ya estoy cerca, dijo; y para lo que tengo
discurrido, lo mismo son dos higos que tres; me como uno. Y se lo comió
y fue adelante. Llegado al sitio que llaman la venta del Espíritu
Santo, dijo: para lo que de nuevo he pensado, lo mismo es un higo que
dos; me como, pues, el uno, y se lo comió y fue adelante. Llegó, en
fin, al Buen Retiro donde a la sazón residía el rey y toda la real
familia; y como todo lo llevase muy discurrido, compuesto y
considerado, se entró en palacio muy confiado y sereno. Era entonces lo
que privaba en palacio, por ser el gusto dominante, las bufonadas y
chocarrerías. De modo que la gracia y mérito de la buena conversación y
trato cortesano consistía en chistes, equívocos, conceptillos y
agudezas tal vez indecentes, pasando todo por de buena ley a título de
discreción y galantería. Supo esto Pedro Saputo cuando pasó la otra vez
por la corte; por cierto que se avergonzó de ver tanta bajeza en vez de
la majestad y dignidad que correspondía a un imperio tan glorioso, a
una corte como la de España, señora de tantos mundos. Pero ahora le
pareció que eso mismo le facilitaba su comisión, y esperaba por ese
medio salir de ella airoso. Con efecto, llegó a palacio, y haciendo el
bobo pidió ver a S.M., a quien traía un oficio del concepto de
Almudévar y con él un regalo que sería contado en los anales del reino
por la cosa más estupenda que se habría visto. Preguntáronle al punto
los cortesanos qué era lo que traía, y respondió que primero lo habría
de saber S.M., que ellos lo verían y no lo catarían. Y que no le
detuviesen mucho porque era hombre de poca paciencia y se metería en la
cámara y aun en la cama de S.M. a pesar de todos. Ellos quisieron
divertirse, y deteníanle porfiando por ver lo que traía en la cesta. El
les dijo, continuando siempre en hacer el simple: -Mirad, polillas, que
si se me amostazo, echo a correr ahí dentro, descuelgo la espada de
S.M. y os conjuro con ella y os mando a por almas de alquiler si hay en
la corte quien las alquile, porque vais a quedar sin la vuestra. -¿Hase
visto, dijo uno de ellos, un loco más gracioso? Llevémosle a S.M. que,
por San Jorge, ha de gustar mucho de oílle. Y le pusieron en medio de
todos y le entraron en la cámara de S.M. Llegado a la presencia del rey
con el oficio o pliego en la mano y la cesta en la otra, le pidió
licencia para presentarle un oficio escrito del concepto de su lugar, y
S.M. le admitió con agrado, y leído que le hubo dijo: -¿Conque me traes
tres higos? -Sí, señor, aquí están en esta cesta. Y se la entregó a
S.M. Abrióla el rey, y no viendo más de un higo, dijo: -Aquí sólo hay
un higo. -Pues uno, respondió Pedro Saputo. -Pero el oficio reza tres,
dijo el rey. -Pues tres, respondió el bribón. -Hombre, dijo el rey; el
oficio dice que me mandas tres higos y aquí sólo veo uno. -Eso, señor
rey, consiste (dijo Pedro Saputo) en que ahí por ahí antes de llegar me
he comido yo los otros dos. -¡Te los has comido! ¿Y cómo has hecho?,
preguntó el rey. -Así, respondió Pedro Saputo, y tomándole al rey el
higo de la mano se lo comió con mucha gracia y desenvoltura. Los
cortesanos que lo vieron celebraron mucho la agudeza, dijeron que
chiste como aquél no se había visto; y aun S.M. se alegró y lo celebró
también, y favoreció a Pedro Saputo.
Nota: Esta es una de las aventuras
de Pedro Saputo que describió Braulio Foz en su libro «Vida de Pedro
Saputo».
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UBICACION DE LA LOCALIDAD Comarca: Huesca Provincia: Huesca Población:
2.000+ habitantes Altitud: 456 m. Heredera del asentamiento romano de
Bortina, Almudévar fue una población de especial relevancia durante el
período musulmán. Es en esta época cuando se acuña su nombre actual,
que significa «El Redondo» y debe su origen a la forma ovalada del
cerro que corona la villa.