La piedra filosofal (Harry Potter, bien gracias)
Un hermano lego sentía una gran admiración hacia San Buenaventura, impresionado por sus conocimientos. Un día, no pudo contenerse, y le dijo:
– ¡Dichoso vos, padre Buenaventura, que sois maestro de teología y conocéis tantas cosas que yo ni siquiera entiendo…! ¡Dichoso vos!.
El santo sonrió y repuso.
– Mira, querido, si una viejecita ignorante ama a Dios más que yo y hace su voluntad con mayor amor que el mío, créeme, es más dichosa que yo con toda mi ciencia.
En los sueños de la mitología griega se cuenta que Midas, hijo de Gordio, antiguo rey de Frigia en la Tracia, había recibido de un dios la facultad de convertir en oro todo lo que tocaba. Los alquimistas medievales buscaron, sin resultado, la “piedra filosofal”, capaz de cambiar en el precioso metal cualquier cosa que rozara.
Los cristianos tenemos esa piedra misteriosa. El amor de Dios convierte en gloria todo lo que hacemos.
Ese es el secreto de la vida de María y de tantas almas santas que ha habido y hay en el mundo.