Mi pequeño tesoro
Grande fue mi sorpresa cuando a los diez años descubrí un cromo de fútbol con mi marca (una firma en la esquina) entre el taco de cromos que portaba un compañero de clase.
Era uno de los más difíciles de conseguir, por lo que era imposible que lo hubiera utilizado para intercambio anteriormente.
Lo tomé, le hice un escrutinio. Era el mío. No dije nada. Sonó la sirena. No me dio tiempo a comprobar mi escondite.
La clase siguiente fue un martirio, pensando en que mi fortuna podía haber sido saqueada. Después de dos horas de interminable suplicio, salí corriendo hacia mi escondite secreto. El hueco del árbol estaba abierto y la cajita de láminas, rota enfrente del agujero. Mi padre me había dado un par de monedas, y usando de una vena fenicia y de habilidad en el trueque, había logrado juntar una colección de cromos de la que sólo faltaban dos para su finalización. Qué fin de semana más amargo. Cuántos pensamientos de revancha, de aclarar el robo, de impotencia…
Hoy, me afirmo en mi vena fenicia, y con la perspectiva que da el tiempo me río del drama del saqueo de mi tesoro.
A la vez me pregunto cuáles son mis pequeños tesoros hoy, por que sé que ellos me hacen vulnerable.
Mi tesoro. Dice Cristo en el Evangelio que Donde está tu tesoro allí está también tu corazón (cita*).
Tesoros en el sentido de debilidades que nunca he podido suprimir.
Sigue…
Por ejemplo ¿Qué sería de mi vida sin la nevera?¿Me puedes ayudar a encontrar pequeños tesoros?