Muchas películas prescinden de la religión organizada para ofrecer un espiritualismo blando, sin pies ni cabeza.
La rebelión del hombre contra su creador le lleva a sustituirlo por una religión fácil y divertida.
Lee el relato del Guerrero Pacífico, que es también una película (film)…
El Guerrero Pacífico, una película de superación en la que un joven atleta, muestra una vida de lucha y superación, de entrenamiento diario por unas metas, una lucha por entrar en el equipo olímpico americano (el sueño del prota) con sus miedos, sus caídas, su vida de adolescente (parties con alcohol y concursos de musculitos), piques continuos con sus compañeros de equipo, enfaditos y portazos, y de vez en cuando un concesión a la lujuria, por que ni en la misma película se le llama amor; ni para ti ni para mí, llamémosle rollo.
Pero de pronto, se encuentra con un personaje misterioso, un mecánico que se hace cargo de una gasolinera del que no se sabe nada, nada: ni el nombre.
Tanto es así que se lo inventa: Sócratres, le llamará toda la película. Éste pega un brinco hacia arriba de unos cuatro metros y llama la atención del atleta, que está confuso entre sueños, temores y deseos…
Y le va dando consejos magníficos sobre encontrar las respuestas dentro de sí; la alegría forma parte de la vida; lo importante no es la meta sino su recorrido, eso es lo que nos hace felices; el sexo mancha; el alcohol debilita; la fortaleza está adentro de nosotros; debemos conocernos y vaciar nuestras mentes de todo lo que nos impida concentrarnos en el momento, hay que vivir cada momento…
Todos los consejos se rompen con el accidente en moto del prota, que se destroza una pierna. Su vida se trunca y su autoestima se derrumba.
Pero gracias a su tesón, y a su entrenador, logra recuperarse y participar en los juegos Olímpicos.
Y ahora las preguntas necesarias:
– ¿Quién era aquel mecánico erigido en maestro de luchadores?
– ¿De dónde sale? La confianza del discípulo se basa en la película en un primer hecho inexplicado, inexplicable y milagroso: el que pueda saltar cuatro metros en vertical hacia arriba.
Me pregunto qué es una vida decente (sin sexo) en la que no está Dios: no es pureza de corazón, ¿es posible?
Una vida de amor a los demás y de sacrificio, con dolor y renuncia es posible, pero si uno tiene el amor dentro. ¿Qué pasa si lo perdió? ¿Cómo lo recupera? Si hay un cambio, ¿los demás lo aceptarán? ¿A mí me importará?
Una vida en la que uno pueda vivir sólo en presente, cuando sabemos que el tiempo pasa tan rápido como en una lanzadera de una caña de pescar, sólo es posible con un pasado totalmente conciliado. Y lo que nos persigue es ese fantasma, por que no estamos en paz.
Un entrenador que no tiene nombre, que aparece y desaparece, que está por encima del bien y del mal: necesitamos gente con cara, que nos tome de la mano y nos ayude asiduamente a encontrar el camino, sin desaparecer de repente de nuestras vidas.
¿Quién se va a confiar a alguien que, de repente, se puede borrar para no volver a aparecer?